¿Por qué viajamos en moto?
Hace unos días, un amigo y motociclista, me envió un texto de un autor desconocido que refleja a la perfección el sentir y el vivir de un motociclista; y estas líneas no hacen más que confirmar el sentimiento de quienes vivimos las motos como una pasión, porque sé que a más de uno le habrán hecho esta pregunta, así que acá está la respuesta.
¿POR QUÉ VIAJAS EN MOTO? Varios días antes de un viaje ya estás ansioso, pensando en todo lo que tenés que poner en los baúles o en las alforjas. Repasás una y otra vez todos y cada uno de los elementos. La noche anterior es difícil dormir, ansiedad, nervios, pensar en salir temprano y si va a hacer frío, dejar lugar para poner la ropa que nos vamos sacando en el viaje. Salís temprano, muy abrigado y con frío que penetra, pensando en cada kilómetro que te falta para estar en ese lugar que te imaginaste durante meses, pero a su vez disfrutando cada metro de ruta recorrido. Peleándola contra ese «Enemigo invisible» que trata de sacarte una y otra vez del camino; contra esa pared que te pega cuando cruzas un camión o con esos montes que te dan sombra cuando lo necesitas pero al mismo tiempo te atrapan cuando el viento es fuerte y de costado. Mirando a través del huequito que los bichos te dejan en la mitad del casco porque siempre, SIEMPRE! el primero pega bien en el medio, haciendo que vayas incómodo el resto del viaje. Para mitad de mañana ya el sol empieza a calentar el asfalto y lo primero que hacés es abrirte la campera y la ventilación del casco, pero no alcanza… Cada tanto «pispeas» por el espejo que nada se haya aflojado, o tanteas las correas y los bolsos para asegurarte que todo siga allí.
Cambias de posición porque de a poco el cuerpo empieza a sentir los kilómetros, te paras en los pedalines, te sentás más atrás, te pones erguido para descansar la espalda, estirás las piernas, soltas los pies hasta rozar el asfalto, pero esa eterna lucha contra el viento hace que todo empiece a molestarte… pero igual vos vas feliz en 2 ruedas.
Al fin paras a almorzar…te sacas el casco, los guantes, la campera y al instante se te acerca el «amigo de la estación de servicio» a preguntarte de donde venís o a dónde vas, mientras el resto de la gente te mira de lejos con esa cara de «Estas Loco», pero estoy seguro que a más de uno le gustaría estar en tu lugar. Tomas agua, unos mates (siempre hay lugar para llevar un equipo de mate), comes algo y por más que dijiste que vas a parar un rato para descansar, no ves el momento de volver a pelearla, a estar incómodo, a pasar calor y frío.
Volvés a la ruta con las pilas recargadas y ya empezas a planear que vas a hacer cuando llegues, a donde vas a ir a conocer mañana en la moto. Después de un rato donde sorteaste operativos policiales que te paran para ver la moto, y preguntarte lo mismo que en todas las paradas, de donde venís y a dónde vas; las interminables lomas de burro de las entradas a los pueblos del interior que copian lo peor de las ciudades grandes, las estaciones de servicio sin nafta que te obligan a calcular si llegas hasta el próximo pueblo, aparece la «Lluvia»…y ahí es donde surge una disyuntiva: paro y saco el equipo de agua que me quedó mal acomodado bien abajo cuando guardé la ropa de abrigo?, o sigo porque es una nube pasajera y de paso me refresco un poco mientras viajo… un clásico: terminas empapado poniéndote el equipo a las apuradas en la ruta porque una leve llovizna se convirtió en una tormenta de verano.
Seguís viajando, charlando con el «Psicocasco» que te escucha y te conoce. Habrás cantado, gritado, llorado, pero siempre terminas con una sonrisa, porque al menos por un tiempo sos libre, y tu único límite es la autonomía de la moto.
Ahora a la molestia del cuello, espalda, manos y «zona de apoyo» le sumas que estás empapado, pero por ningún motivo queres bajarte, porque la lluvia ahora es tu compañera que no molesta, acompaña; pero ya empezás a plantearte «en el próximo pueblo paro»…. otra mentira! Terminaste haciendo 450 kilómetros más, pero finalmente llegaste, con la excusa que ya mañana descansas y te levantas tranquilo en el destino que tanto habías «luchado» por llegar.
Al otro día, te despertás y lo primero que haces vas a verla a «Ella», para corroborar que todo esté bien, le das unos mimos, la mirás con una sonrisa y seguro una palmadita en el asiento o en el tanque, y por qué no, le decís unas palabras también. Tomás unos mates, comes algo y SÍ!!!…ya estás ansioso por volverte a subir, así sea para ir a comprar la comida a una cuadra, porque al menos durante este viaje, se han tornado inseparables, vos y tu moto.
Pero el viaje siempre tiene un fin, aunque no nos guste, pero siempre hay que volver, para poder encarar uno nuevo; volver a sentir la emoción y la ansiedad de preparar y diagramar otro. Y ahora te contesto la pregunta del título: «Porque cada viaje es una Aventura y sólo el que la vivió la puede entender…»
Muy acertada la descripción. Hasta el momento siempre viajé en grupo con mis amigos, pero no descarto hacerlo sólo en algún momento. Cómo creen que se prepara un grupo en viaje respecto a uno en grupo?
*en solitario versus en grupo
Básicamente la preparación es la misma, con la salvedad que en solitario uno debe llevar todas las herramientas que en un grupo pueden repartirse entre el resto de los integrantes. En solitario uno debería ser más cauteloso respecto de los lugares y distancias a recorrer, justamente porque uno está solo y no tendría posibilidad que alguien del resto del grupo lo auxilie en lo inmediato. Incluso me animo a decir que las sensaciones deben ser más intensas en solitario.
Concuerdo absolutamente con cada una de las palabras vertidas en esta nota…he salido en grupo y solo tambien…y son sensaciones muy diferentes pero a la vez placenteras.
Saludos a todos los motoviajeros desde Bahia Blanca…Vss
Gracias Alejandro!! Ya falta poco y volveremos a rodar. Saludos y buenas rutas!!!